Cuando hablamos de agua, todos recordamos el concepto y significado que esta tiene: “el agua es una sustancia líquida, transparente, incolora, inodora e insípida, fundamental para el desarrollo de la vida y principal y mayoritario componente del cuerpo humano”. Pero cuando entramos en el mundo de las aguas de consumo o de bebida, normalmente estas aguas contienen sales minerales y sustancias orgánicas en disolución que les pueden aportar una suerte de sabores y olores más o menos detectables, dependiendo del tipo y concentración de los compuestos, así como de la temperatura del agua en el momento de beber.
Esta serie de características organolépticas como son el color, olor y sabor no son otra cosa que impresiones sensoriales que percibimos cuando bebemos un agua determinada. Es por ello que el incremento en el consumo de agua de bebida envasada no ha dejado de crecer año tras año, a pesar de que los abastecimientos de agua a las ciudades se controlan analíticamente con los criterios técnico-sanitarios del RD 140/2003. Aunque desde el punto de vista sanitario, las aguas “de grifo” que recibimos en nuestros domicilios son potables, hay muchas impresiones sensoriales que hacen que nos decantemos por consumir agua envasada. El olor y sabor a cloro, producto este, utilizado para conseguir un agua con seguridad sanitaria para el consumo, o sabores ligeramente salados, ásperos o metálicos – por su alto contenido en cloruros -, sulfatos o metales que, sin llegar a ser perjudiciales, pueden no ser agradables para beber, o sensación de no apagar la sed por su alto contenido en sales a pesar de beber repetidamente.
Probablemente es por ello que están siendo las aguas envasadas las que ocupan el hueco que la población demanda para consumir un agua exenta de, podríamos llamar “defectos sensoriales”
En la actualidad, las aguas envasadas, se clasifican, dependiendo de su procedencia en:
– Agua mineral natural, que son aguas subterráneas, bacteriológicamente sanas y que destacan por su pureza original y contenido constante en minerales y oligoelementos, y por tener un efecto favorable para la salud, sin llegar a ser curativas. Reguladas por el RD 1798/2010.
– Aguas de manantial, que son de origen subterráneo, consideradas aptas para el consumo sin llegar a demostrar efecto favorable para la salud. Reguladas por el RD 1798/2010.
– Agua potable preparada que es agua de diferentes orígenes que ha sido tratada para que cumpla los requisitos de apta para consumo público.
En cuanto a su composición química, según la cantidad de sales disueltas tendremos aguas desde una mineralización muy débil con contenidos de hasta 50 mg/l de residuo seco, mineralización baja con contenidos de hasta 500 mg/l de residuo seco, mineralización media con hasta 1500 mg/l de residuo seco y aguas de fuerte mineralización con contenidos superiores a 1500 mg/l de residuo seco. En cuanto a la calidad de las sales disueltas, podemos encontrar aguas bicarbonatadas, sulfatadas, clorurada, cálcica, magnésica, fluorada, ferruginosa, acidulada, sódica, etc.
El consumo de un agua u otra para una persona sana no suele acarrear problemas, pero en casos de ciertas patologías como cardiopatías, hipertensión arterial, cálculos renales, o en ciertos estadíos como lactantes o embarazadas el médico realizará las correspondientes indicaciones para consumir el agua más apropiada para cada individuo en relación a su condición.
Pero, dentro de las aguas envasadas, ¿cuál de ellas es la más recomendable?
Atendiendo a su procedencia, a la vista está que el agua mineral natural nos ofrece unas características de calidad superiores al resto de tipos ya que además de su pureza original, va a mantener una composición química similar a lo largo del tiempo. Respecto a su contenido en sales, una persona sana puede optar por cualquiera de las aguas que hay en el mercado, pero lo más demandado son las aguas de mineralización débil y si su contenido en sodio es inferior a 20 mg/l la hará apta para dietas hiposódicas y preparación de alimentos infantiles.
Las Islas Canarias disfrutan de varios manantiales y sondeos de gran calidad, envasando sus aguas para ponerlas al alcance de todos los consumidores. Tras revisar ocho manantiales situados en varias islas, encontramos aguas de gran calidad.
Si lo que nos mueve es el consumo de un agua equilibrada, apta para preparación de alimentos infantiles y dietas hiposódicas y con un contenido en sales débil, nuestra elección bien puede ser Aguas de La Palma, agua de mineralización débil (80 mg/l de residuo seco) e hiposódica (12.3 mg/l de sodio).
Le siguen, atendiendo a estos parámetros, otros manantiales con un contenido superior a 20 mg/l de sodio, pero igualmente equilibradas como Fonteide del Valle de La Orotava, Aguas de Teror, Fuentealta de Aguas de Vilaflor y Aguacana en sus tres manantiales.
ANDRÉS GARDE ERIKSON
Farmacéutico
Licenciado en Farmacia UCM. Diplomado en Salud Pública. Egresado en Enfermería UNIZAR. Grado Nutrición Universidad Alfonso X El Sabio. Diplomado Nutrición Dietética y Dietoterapia Universidad de Navarra.Vicepresidente COF Zaragoza. Director Laboratorio AG ERIKSON.
Post Original.- www.saboreandocanarias.com
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